De un día para otro, como las setas en otoño o los espárragos en primavera, a nuestras calles más céntricas les han brotado líneas de color azul, las tan temidas y odiadas líneas de la zona azul.
Nacieron con nocturnidad y alevosía, a esas horas en las que los ciudadanos de bien están soportando la televisión veraniega en sus hogares, a horas en los que casi nadie pasea por las calles de este pueblo muerto hasta en verano.
Aparecieron operarios vestidos con chalecos reflectantes y armados con pintura azul para dejar un reguero de líneas en las zonas en las que desde ya mismo no se podrá ejercer el derecho al aparcamiento sin pagar un impuesto al consistorio, pintaron a escondidas, como el que algo teme.
Pero algo ha debido salir mal, porque la zona que ahora se denomina azul no coincide con la que en su día anunció Julian Nieva en representación del ayuntamiento.
Esta zona es más extensa, esta zona llega a calles que en un principio no estaban en el trazado original.
Nos han engañado de nuevo, otra vez han vuelto a decir negro donde dijeron blanco, y lo hacen con la impunidad que les concede la pasividad ciudadana, la apatía de un pueblo que traga con lo que le echen y que no llega más allá de la queja entre amigos en la barra de un bar.
Para más inri han aprovechado el verano con su habitual desvandada de personas en vacaciones y con el descenso de la actividad política.
Nos sentimos estafados, burlados y sobre todo indefensos, porque sabemos que lo seguirán haciendo como lo han hecho siempre. Y a todo esto, ¿Cómo reaccionará la aletargada oposición?
